martes, 27 de marzo de 2012

EL SORGO




PROLOGO

En esta oportunidad Marcelino nos entrega un  cuento que lleva por  título EL SORGO, crea un mundo muy singular, donde los protagonistas son una familia con una cultura productiva y de carácter colectivo, que relata con un lenguaje muy fluido de un perfil  narrativo realista, que nos hace evocar a dos grandes escritores peruanos: Arguedas y Valdelomar; en este último, El Caballero Carmelo, donde predomina la ternura de la familia relacionado a la crianza de animales y mascota favorita el gallo justiciero y caballeroso. Marcelino evoca a través de este cuento, la ternura familiar de su infancia que recuerda con mucha nostalgia que en algún momento de su vida tuvo que interrumpir bruscamente ese ritmo natural para dedicarse a una actividad que lamentablemente es como una antítesis o antípoda a la  anterior. Por sí solo en este cuento: El Sorgo, expresa una realidad latente en nuestro país, la separación abismal o el divorcio total entre la formación profesional universitaria y la actividad productiva; así como decía Mariátegui, “La enseñanza y la actividad productiva (economía) son dos caras de una misma moneda”.

Es destacable la figura femenina como protagonista de este cuento, representada en Teo, “una madre coraje” que encarna la tenacidad y persistencia por sacar adelante a su familia, relacionada siempre a la actividad agrícola, como la única fuente de subsistencia que les puede llevar incluso a la prosperidad. La condición única es la persistencia y lucha diaria por cuidar la producción del sorbo, desde la siembra hasta la cosecha; primero la lucha por conseguir el líquido elemento para el riego, luego contra las plagas que atacan las plantas, después con las aves que invaden la chacra para devastar el grano de sorbo. El autor pretende darnos una visión irónica de la vida con un lenguaje muy preciso que cala hondo en el alma del lector, ante todo de los niños y jóvenes que hallarán en este texto la sabiduría profunda de una actividad productiva agrícola, muy poco conocida y valorada.

Marcelino, desde su experiencia pedagógica en el aula, viene incursionando en el campo de la literatura, a través de esta actividad suprema de la palabra artísticamente trabajada. También conocedor de la problemática magisterial desde la Región Callao, viene asumiendo un rol activo dentro de la perspectiva gremial, con una visión nueva y distinta, buscando siempre un cambio de la realidad actual.

Es una lectura fundamental en niños y adolescentes de edad escolar, ante todo de las zonas urbanas que no tienen la mínima noción de cómo se obtiene un producto de consumo diario; con esto se corrobora la frase: “Los niños saben comer yuca, pero no saben cómo se cultiva”.

 En esto cuento encontramos, un alto valor pedagógico,  que permite inculcar en los niños por medio de imágenes, las actitudes laboriosas de los personajes, la colaboración mutua y la gratitud  que provocan  una experiencia apropiada  para activar la voluntad y sentimiento nobles en los lectores.

                                 

Victor Arana Gonzales

EL CHINCHORRITO



PROLOGO


El mar es como la vida, con todo tipo y tamaño de olas por correr, y los pescadores, como nosotros, vierten su energía impostergable en ella. Permítanme inferir a partir de esta importante producción, que sea mar con penumbra o mar con luz, conviviríamos mejor si construyésemos un Chinchorrito.

“El Chinchorrito” demuestra las paradójicas coexistencias de nuestra sociedad: individualismo y trabajo en equipo, valores y antivalores, fantasia y realidad, indiferencia y sensibilidad. Todo ello, vestido de impredecibles aventuras tejidas en nuestro entorno regional.

Pachín, Filo, Toy, Loquillo, Chinchano, Chileno, Rodo, la madre y nuestro   narrador protagonista simbolizarían aquel imprescindible equipo que necesitamos para superar la adversidad en nombre del progreso, sin oportunismos, como real unidad para proteger la vida humana, a partir de la defensa de nuestra inefable y divina naturaleza.

El oportunismo, individualismo e hipocresía está reflejado en la actitud de los policías, al querer aprovecharse de su autoridad, pero nuestro autor demuestra en este hermoso relato - también como posibilidad en nuestra realidad - que la cultura colectiva puede convertir aquella actitud en telaraña. Esta cultura hizo posible la existencia de “el chinchorrito”, pese a las limitaciones económicas para igualar al Zapatito.

Las sirenas, en este relato, dibujan en el pensamiento de nuestro protagonista, una tristísima luz, un oasis en su pálida existencia. Estas sirenas al salvarlo en lugar de atraparlo y hundirlo en el gris misterio, parecen ser de otro reino, con otra esencia; estas beldades intervienen como ángeles de “El Chinchorrito”.

Esta creación permite acercar a nuestros estudiantes a su entorno social inmediato de una manera automotivadora, sin generar presión u hostilidad. Es deber fomentar la lectura de este tipo de textos para reconstruir y revalorar la cultura colectiva en nuestra región.

Leer este cuento de lenguaje sencillo y dinámico, pero abordando un tema trascendente en nuestro contexto, es una oportunidad para interiorizar en nuestros alumnos la sensibilidad ecológica y despertar en ellos la actitud crítica ante peligrosos dilemas que el propio hombre plantea frente a la naturaleza.

Marcelino une sus días vividos en la zona agrícola de Oquendo Callao, a la experiencia docente y la sensibilidad social para trasportarnos a este relato que nuestras frescas generaciones deben disfrutar. Hagamos eco de esta invitación.


EMPERATRIZ DINA JANAMPA ALLCCARIMA

Licenciada en Educación

Directora del Centro Cultural PACHAART